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filosofiajuanjo

Narración breve

LA LEYENDA DE LA DAMA

 

Dicen los habitantes más viejos del lugar que su belleza se encuentra intrínsicamente relacionada con la inmensidad de sus viñedos. Sus cabellos eran rubios majestuosos, brillantes como el oro. También decían que todo aquel que miraba sus ojos quedaba como hipnotizado, se rumoreaba que todo aquel que la miraba quedaba con el alma en paz, en una tranquilidad absoluta.

La gente sabía que ocultaba algún secreto muy oculto.  

Eran tiempos de guerra y sus viñedos eran un oasis de alegría visual y de sensaciones en medio de la tristeza. Su fama se extendió rápidamente por todo el imperio y  un importante cónsul romano ,que había crecido en los campos de Túsculo, se decidió a visitar aquellos viñedos y a su dueña. Montó su caballo negro y recorrió una gran distancia hasta que llegó a las propiedades de la bella dama.

El romano era un chico guapo y atlético pero estaba muy entregado a su cargo y a las luchas de su Imperio. Con el tiempo se había vuelto muy frío y calculador. No sabía lo que el destino le depararía.

Bajo de su caballo y se acercó a los viñedos, eran preciosos y su vista no lograba alcanzar el fin de ellos. Tocó a la puerta de la finca y de ella salió la dama. Los inmensos ojos verdes de la doncella se unieron en un instante de perfección con los ojos del apuesto romano, parecía que un genio maligno o benigno los hubiera reunido por algún motivo. 

La dama habló:-Mi señor, ¡he esperado tanto este momento!-.

El romano estaba como hechizado y su corazón parecía haberse calentado, activado.

La doncella hizo un gesto de que se acercara al apuesto hombre y le condujo a sus grandes bodegas y le señaló las barricas.

Dama: -Todo esto es mi poder, el poder del vino. No probaréis mis labios sin antes probar mi vino-.

Diciendo esto cogió un recipiente y lo llenó de vino de una de las barricas y se lo ofreció al servidor del Imperio. El cónsul degustó el vino y consideró que era el mejor vino y el mejor líquido que había probado jamás. Mientras degustaba el vino, observaba los bonitos ojos de la doncella y de repente se desmayó y comenzó a soñar. Soñó que era de noche y se encontraba sólo en un frondoso bosque, se encontraba perdido y echaba a correr sin destino hasta que llegó a un claro donde las raíces parecían haber parado de crecer y se encontró con unas mujeres y un hombre que estaban celebrando una bacanal, una orgía; lo que sus ojos veía rompía su moral, pero eran los cuerpos más maravillosos que había visto jamás. Espantado por la imagen del sueño se despertó de golpe, se levantó y se abrazó a la dama buscando protección. Ésta le correspondió, le abrazo y sus labios se unieron en un terremoto de sensaciones e hicieron el amor.

Al día siguiente, el romano despertó pero a su lado no encontró a la dama. Estaba muy nervioso, nunca había sentido esta atracción tan fuerte por una mujer. Nunca había tenido tiempo para el amor y ahora le había llegado de repente. Salió fuera y recorrió los viñedos en busca de su amada. Lo más sorprendente es que los viñedos estaban todos podridos y muertos. De repente se la encontró en un claro extendida y parecía muy enferma. El caballero la cogió en sus brazos y observó que estaba fría, el cónsul echó a llorar. Pero la dama sonrió y le dijo con voz pausada:-No llores mi amor, te contaré mi gran secreto. Soy hija de Mitra, del Sol y mi sangre servirá para que renazcan de nuevo los viñedos. De mis adentros ahora mismo nacerá mi hija y sus cabellos darán vida a la vid. Mi herencia está garantizada, por favor cuida de mi hija hasta que esta tenga edad para cuidar de mi reino. Gracias por ser mi semilla, mi todo-.

El caballero lloraba y lloraba porque la vida de su amor se escapaba. La dama dio a luz una niña preciosa y  a continuación se murió. El apuesto romano vio entonces estupefacto como el cuerpo de la doncella se tornaba sangre que rápidamente se infiltró en la madre tierra. Los viñedos antiguos se habían convertido en ceniza que el viento arrastraba y de la tierra comenzaban a surgir las nuevas vids.

A partir de aquel momento el cónsul romano combinaba sus luchas contra el griego con su papel de padre. Nunca jamás sintió pena en su corazón.

 

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